Una incursión de Franchy y Roca en el habla canaria

En un dossier especial sobre las Islas Canarias, el Heraldo de Madrid publicó el martes 21 de abril de 1908 un breve artículo de Franchy y Roca titulado "Cómo se habla en Canarias", que reproducimos a continuación. Los hermanos Luis y Agustín Millares también participan en la edición y éste último publicará en 1932 el texto "Cómo hablan los canarios", título quizá inspirado en el del estudio que comentamos. Franchy venía desarrollando una actividad periodística desde los últimos años del siglo XIX, a la vez que evolucionaba hacia la acción política y social que lo convertiría en líder del republicanismo federal grancanario, con la edición de El Tribuno. De este breve trabajo, redactado en plena ebullición del divisionismo y el autonomismo isleños previa a la visita de Romanones y Alfonso XIII y al gran debate sobre la reforma local que desembocará en la Ley de Cabildos, Franchy incluye una curiosa referencia a cómo en Fuerteventura denominan al oscurecer fusco ó no fusco. En realidad, se trata de la expresión galaico-portuguesa de origen latino o fusco no fusco, aunque existen otras formas más habituales tales como:  no fusco-fusco da noite, no fusco-fusco da tardinha o da tarde, no fusco-fusco da madrugada, no fusco matutino, no fusco vespertino, etc. Franchy pasaba largas temporadas en la isla majorera, concretamente en Tiscamanita, donde estaba avecindada la familia de su esposa.

Recuerdo haberle oído decir al gramático y polígrafo insigne D. Eduardo Benot que Canarias es una de las regiones españolas donde mejor se habla el castellano, aunque se pronuncia mal.
Y es exactísimo. La pronunciación de los canarios es defectuosa; pero su lenguaje aventaja en pureza y corrección al usado en muchas partes de la Península.
El mayor número de las voces y frases que generalmente se tiene por provincialismos canarios, no son tales, sino casticísimas voces castellanas caídas en desuso en otras re­giones.
Así, por ejemplo: abaldonar, por envilecer; acarrelo, por acarreo; barrial, por tierra arci­llosa; cequia por acequia; chanco, por chancla; desagotar, por desaguar; mascada, por mascadura; nano, por enano; puya, por púa, etc.
En el mismo caso so hallan los verbos to­carse y destocarse, en las acepciones de cubrir­se y descubrirse la cabeza.
Los campesinos canarios dicen todavía asín, asina, ansi y ansina, denantes y endenantes, emprestar, encomenzar, abajar. Y aún en las alturas de los montes isleños se oye gritar á los pastores ¡Jao!, ¡Jurriallá!, ¡Arrejálate pa acá!, voces que los riscos debieron de oír también a los soldados castellanos y andaluces que vinieron á la conquista, por aque­llos tiempos en que Juan del Encina las ponía asimismo en boca de los personajes de sus églogas.
Hay otras voces canarias que no son sino variantes de las castizas castellanas. Por ejemplo: cambar, por combar; encetar, por encentar; mojo, por moje; penino, por pinito; traqui­na, por trajín.
Jilorio, ó ajilorio, que se emplea por gazuza, proviene, sin duda, de ahilar, que significa desfallecer por falta de alimento; jilmero, que se usa por tacaño, debe de ser el arcaísmo jismero, equivalente á chismoso.
Un chicuelo que riñe en la calle con otro le amenaza, diciéndole: “Te voy a hinchar los besos.”  Quiere decirle que le hinchará los la­bios de una trompada. Beso, en esta acepción, se tiene por vocablo poco culto y sólo se usa en tono despreciativo, pero no es provincialismo; es la voz anticuada bezo, que pasó al castellano de la arábiga betio, labio protube­rante, si bien la pronunciación canaria ha trocado la z en s.
Larga enumeración podría hacerse también de voces castizas que se usan en Canarias con acepción especial. Empléanse igualmente bas­tantes provincialismos de las diversas regiones peninsulares, y con especialidad de Andalucía, y muchos americanismos, cuya importación favorece el constarte movimiento emigratorio de los canarios a la América española.
Son, en cambio, muy pocas las palabras de otras lenguas que han tomado carta de naturaleza en el habla canaria. Del portugués proceden bico (pico ó punta), margullir (sumergirse) y dibrusarse (apoyarse).
En Fuerteventura se llama á la arena jable, lo cual debe de ser corrupción del francés sable; cosa no extraña, si se tiene en cuenta que los primeros conquistadores de aquella isla fueron los normandos de Juan de Bethencourt y Gadifer de la Salle.
De los primitivos pobladores de las Cana­rias apenas se conservan unos cuantos nombres de alimentos, utensilios y plantas: gofio (harina de maíz, trigo ú otro cereal, previamente tostado el grano), gánigo (vasija de barro), tabaiba (nombre de planta), tasarte (nom­bre de pez), tajaraste (baile popular), etc.
Aparte de éstos y de los nombres de peces y plantas especiales del país, son contados los provincialismos genuinamente canarios. No respondo de que lo sean: baifo (cabrito), beli­llo (lío o envoltorio), cachorra (sombrero flexible de ala ancha), callao (guijarro), guirre (buitre), enguirrado (enteco), jarea (pescado abierto y seco), jeito (maña o habilidad), liña (cordel), masapé (arcilla), pirgano (palo seco de la hoja de palma), tenique (canto ó pedrusco) y tantos otros.
Los modismos populares canarios son tam­bién casi todos netamente castellanos. Algu­nos hay que están mostrando la arcaica contextura. Los majoreros indican la hora del obscurecer con la frase fusco ó no fusco, cuyo abolengo latino es indiscutible: fuscus, obs­curo.
Uno de los más curiosos modismos es la frase no le digo, con la cual, contestando a una pregunta, quiere decirse no lo sé. Ha dado lugar algunas veces a graciosos equívocos.
Yo he visto á un presidente de Sala, recién llegado al país, dar un respingo en su asiento cuando, al preguntarle á una testigo campesina, le contestó ésta con la mayor tranquili­dad del mundo:
- Pues, señor, no le digo.
Por cierto que pocos días después, en la vista de otra causa, el fiscal, que era malagueño, para averiguar si una tartana había pasado por cierto sitio a cierta hora, les preguntaba a todos los testigos por la diabla.
Y como nadie le diese razón de ella, cayó al fin en la cuenta de que si en Málaga se dice diablas á aquellos vehículos, en Canarias no se les nombra sino tartanas.
Lo cual viene á pelo para recordar que en todas partes cuecen habas, como suele decir­se en Canarias y en Málaga, y creo que don­dequiera que se hable el castellano.

Del habla canaria, un poco conocido artículo de "Jutelo" (1912)


Esta breve, pero riquísima, descripción del habla canaria, apareció en la revista Por esos mundos en agosto de 1912 (Año XIII, nº 211, págs. 188-190), firmada por Juan Téllez y López, alias Jutelo en los ambientes canarios. Constituye un fresco de la dicción popular y algunos de los términos locales que explica no figuran en el Diccionario básico de canarismos de la Academia Canaria de la Lengua (2010).  La ágil exposición es una muestra de la alegre curiosidad de este funcionario español, apasionado de las artes y las letras isleñas.

NO me atreveré yo a afir­mar que exista un dialecto canario; pero sí que hay en Canarias un modo especial de hablar el castellano, muy digno de ser conocido. Y no es solamente en la prosodia —entonación carac­terística, muy dulce, y cambio de la z y del sonido suave de la c por la s— donde se observan las diferen­cias con el habla de Castilla; es que en el citado archipiélago son de uso común palabras no admitidas en el dicciona­rio de la Academia, acepciones especia­les de otras voces que nosotros em­pleamos, pero en distinto sentido, y giros muy curiosos desconocidos en la península. Entre estas palabras las hay americanas, como la de alongarse, que se emplea en Tenerife y que, aun siendo voz castellana, puede considerarse hoy como un americanismo; las hay galle­gas, como esa tan expresiva, tan eufóni­ca y hasta onomatopéyica de magua —pesar de haber perdido una persona o cosa, arrepentimiento, nostalgia y pro­bablemente algo más—; pero hay otras propias del país cuyo origen se desconoce. Y es muy frecuente en las islas la aparición de voces nuevas; y entre estos neologismos los hay rarísimos, inexpli­cables. ¿Qué explicación puede darse al hecho de que los sombreros de paja se llamen en Las Palmas maipoles y los flexibles livianitos?
Durante mi permanencia en la capital de Gran Canaria, he tenido el cuidado de anotar toda palabra desconocida para mí y las nuevas acepciones de las conocidas; tal es el origen del presente ar­tículo. No pretendo, claro es, haber ago­tado el tema; mi intención es ofrecer estas notas a las autoridades en filolo­gía para que las hilvanen y ordenen desechando las inútiles; que abandona­rán de seguro, dada mi insuficiencia.

*  *  *

He aquí primeramente algunos sustantivos.
Las palabras sombrero y gorra, son en Las Palmas, de escasísimo uso. Todo el que ha vivido en la citada población recordará el efecto que produjo oir en la primera casa donde entrara:
—¡Tóquese la cachorra!
Tocarse, naturalmente, es cubrirse; cachorra es el nombre genérico equivalente a sombrero. La verdadera cacho­rra es el sombrero de alas anchas que usa la gente campesina, pues el hongo se denomina medio bollo, y ya he dicho que el de paja y el flexible reciben otros nombres; pero, por lo general, el tér­mino sombrero se sustituye por el de cachorra. La gorra, en cambio, cualquie­ra que sea su forma y dimensiones, se llama cachucha.
Los labios, en Las Palmas, son los besos. Es frecuentísimo oir hablando del posible cohecho de un funcionario:
—¡A ese le han untado Ios besos!
Los carrillos son los cachetes. Una cachetada es una bofetada, y una nalgada un azote.
Se da el nombre de baifo al cabrito o chivo. Nuestra frase «esa es la madre del cordero», se sustituye en el archipiéla­go por esa es la madre de la baifa.
Al mono se le llama siempre machango, las «monerías», por consiguiente, son machangadas.
El lavabo es la lavadera. El jarro, el vaso.
Pirgano equivale a palo. Se dice, por ejemplo, el pirgano de la escoba. Un golpe dado con un palo es un pirganaso.
A las brujas, adivinadoras y echado­ras de cartas —profesión esta última muy extendida en el archipiélago— se las conoce con el nombre de sahorinas (zahorinas).
Los cacahuetes se llaman manises.
No se dice una pizca, sino un pizco o más bien un pisco.
La mopa es la borla que usan las se­ñoras para darse polvos.
El embudo se llama fonil; el soplillo, abanador; la pipa, cachimba, como en América. También se emplea la palabra ma­cana, pero sin su acepción burlesca y metafórica.
No se dice monaguillo ni monacillo, sino monigote.
A los narcisos se les llama nardos; a los nardos, tuberosas.
La palabra andancio, preciosa y expre­siva como pocas, equivale a epidemia, y se aplica más especialmente a la grippe. Está con el andancio, se dice de una persona acatarrada. Pero también se emplea en tono de burla. Cuando, por ejemplo, alguien dice que no tiene ganas de tra­bajar o que carece de dinero o que sien­te apetito o que le gusta una mujer, suele contestársele:
—¡Será andancio, porque a mí me pasa lo mismo!
Un insulto es un ataque de nervios. «Le ha dado un insulto» o «está insultado», dice la gente. Insultarse es perder el co­nocimiento.
Una última es un bautizo.
Asistir a una última o estar convidado a una última es ir a cristianar una criatu­ra. El origen de esta curiosa denomina­ción es fácil de explicar. Cuando se bau­tiza a un chiquillo, que es siempre de noche, la madre recibe a los convidados en la cama; y como al día siguiente se levanta ya, la noche de la fiesta es la úl­tima que está en el lecho desde que dió a luz.

*  *  *

Muy curiosos son también los siguien­tes adjetivos y participios.
Fuerte, equivale a grande o hermoso y se antepone siempre al sustantivo que califica. En Canarias no se dice, por ejemplo: «¡qué hombre tan grande!» sino, «¡fuerte hombre!». No hay adjeti­vo más usado en Las Palmas; a cada momento se oye decir: «¡fuerte viento! ¡fuerte barco! ¡fuerte mujer! ¡fuerte dis­parate!»
Baladrón, significa pícaro, y casi siem­pre se toma en buena parte. Es muy corriente llamar a los niños baladronsitos.
Tomado, es lo mismo que borracho.
Privado, en su acepción literal, signifi­ca estar sin conocimiento; pero suele equivaler a orgulloso.
Desde que es rico está privado— se dice. También se usa para significar alegría, entusiasmo, cariño. Por ejemplo:
—¡Fuerte cariño tiene Fulana a su hijo!
—¡Oh, ya! (interjección la más común en Canarias). ¡Está privada!...
Soplado, literalmente, quiere decir in­flado. Así se dice que un niño está soplado cuando se le hincha el vientre. Pero también se usa para significar la vani­dad de alguien que se ha enriquecido de pronto o ha cambiado de posición.
Cumplido, equivale a largo.
Más expresivos son aún los siguientes verbos:
Gozarse, vale lo mismo que ver, asistir a un espectáculo o a cualquier acontecimiento. Me he gozado la Semana Santa— se dice; y también se habla de gozarse un entierro o un funeral.
Tocarse, como ya he dicho, significa cubrirse. Destocarse, descubrirse. No se destoque, es una frase consagrada por el uso.
Guisar, en Canarias, es hervir o cocer. Agua o leche guisadas, son agua o leche hervidas. ¡Hierbitas para guisar agua! ven­den por las calles de Las Palmas mucha­chas del interior de la isla.
Privarse o insultarse, valen por perder el conocimiento.
Albear, significa blanquear o enjalbe­gar.
Enroñarse, es un precioso verbo que equivale a enfadarse, incomodarse. Mantenerse, quiere decir calmarse. ¡Manténga­se; no se enroñe! dice la gente del pueblo por «¡cálmese; no se enfade!» que diría­mos nosotros.
Afrentarse, es avergonzarse. —«¡Afrén­tese, cristiana!»— decía una criada a su madre por no sé qué discusión que pre­sencié en Gran Canaria.
Un graciosísimo verbo es endrogarse, que equivale a llenarse de deudas, como si las deudas fueran drogas.

*  *  *

Pero en lo que es más graciosa y dig­na de estudio el habla canaria es en los giros y en los modos adverbiales em­pleados por la gente del pueblo.
—No le digo contesta el que no sabe responder a lo que se le pregunta. Esta chistosa frase ha dado origen a más de un incidente en los cuarteles y en los tribunales de justicia.
Algunos oficiales y magistrados pe­ninsulares la han tomado por irrespe­tuosa; y sin embargo, significa sencilla­mente «no lo sé, no puedo decirle.»
A buena noche dicen las mujeres del pueblo al despedirse, en lugar de «bue­nas noches.»
—¡No te eches a familiar!— exclaman los viejos cuando reprenden a los jóvenes por subírseles a las barbas.
Del tiro y al golpito son dos frases adver­biales de lo más expresivo que puede concebirse. Del tiro, significa «de una vez»; al golpito, poco a poco.
Estar de gofio, quiere decir estar muy bien, perfectamente.
—¿Y la familia?— pregunta uno a otro.
—De gofiocontesta el interpelado.
Esto requiere una explicación. Mu­chos lectores sabrán que el gofio, ali­mento principal de la gente del pueblo en Canarias, es la harina de maíz tosta­da. Estar de gofio, pues, equivale a no ca­recer de lo necesario; es una curiosa elipsis por la cual se expresa la abun­dancia, el bienestar. Sinónima de esta frase es estar de flores.
Los nombres patronímicos de las islas son más conocidos: al natural de Tenerife se le llama «chicharrero»; al de Fuerteventura «majorero»; al de Lanzarote «conejero».
Para concluir, haré mención del uso, verdaderamente extraño, que el pueblo de Gran Canaria hace de los diminuti­vos. Contra lo que sucede en el resto de España, el diminutivo, en toda la isla, se emplea como muestra de respeto. El que se llama Juan o Antonio mientras es joven y soltero, pasa a ser Juanito o Antoñito cuando se casa o envejece. Lo mismo sucede en las mujeres. Llamar Pino o Cándida a una casada, en lugar de Pinito o Candidita, es una falta de respeto que equivale al tuteo. Nada asombra tanto a los canarios como oír­nos llamar sin diminutivo a una perso­na respetable, aun cuando anteponga­mos a su nombre un «don» o un «se­ñor» como una casa o contemplar cómo llamamos Juanito o Mariquita a los niños.

Sise, Cise, Dise (El), Dises (Los)

Cita: Sise- T. F. A partir de semicorral, hoya o frontón, arrancan dos largas paredes abiertas a manera de un ángulo, hacia donde ojean el ganado salvaje para cogerlo [...] Entre los sises de la isla que recordamos por el momento, se cuentan el "Sise de la Degollada del Guanche" y el de "La Vera del Sise" en el Risco de tío Marcial, ambos en Güímar. […] Siseo, "echar un sise"- F. Es el ojeo para correr el ganado guanil o salvaje hacia el sise, con destino a la matazón o bien para marcarlo. […] Sise, es un corral de forma especial, para lo que se utiliza una hoya, barranco ó fronton, de donde arrancan dos paredes abiertas á manera de los lados de un ángulo; hácia donde ojean el ganado medio salvaje para encerrarlo. Entre otros se conservan aún el “Sise de la degollada del guanche” y “el de la Vera del Sise” en el risco de tió Marcial, en las cumbres de Güímar.

Autor: Juan de Bethencourt Alfonso, 1886.

Cita: DISE- Se trata de uno de los nombres más intrigantes de cuantos entran en la nomenclatura toponímica de Lanzarote por la gran difusión que alcanza en su geografía, pues son muchos los topónimos en que entra a formar parte como componente. [...] Qué puede haber significado en su momento esta enigmática palabra, no he podido averiguarlo pese al empeño que he puesto preguntando una y otra vez a cuantas personas residían en las inmediaciones de los respectivos lugares con ella nominados. Su empleo como designación de algo concreto que antaño debió estar muy extendido a juzgar por el número de sitios que aún conservan su nombre, se ha perdido por lo visto desde hace mucho tiempo.                                

Autor: Agustín Pallarés Padilla, 1990.

Cita: sises en Fuerteventura y dises en Lanzarote y La Graciosa, con un total de 14 ejemplos, 6 majoreros, 6 conejeros y 2 gracioseros, y cuya significación no hemos podido descifrar […] en el francés antiguo hemos encontrado assise: “‘tributo que se imponía al pueblo”, deriv. de asseoir ‘poner’, propte. ‘asentar, colocar’. En castellano se especializó en la acepción ‘impuesto que se cobraba sobre géneros comestibles, acortando medidas’, 1331”. Así explica J. Corominas el étimo de la voz castellana sisa, muy cercana en la grafía, a sise y sus variantes. Conociendo la estancia en las islas orientales de normandos, esta hipótesis no parece tan irreal, quizá en los topónimos perviva la acepción más antigua de ‘asentar’, aunque esto no deja de ser una conjetura que futuras investigaciones deberán completar.

Autores: María Teresa Cáceres Lorenzo y Marcos Salas Pascual, 1993. 

Cita: 
[…] que Aguahudese se refiera específicamente a los charcos allí existentes; en ese caso debemos tener en cuenta que la Lomada de Seima en una comarca pobre en fuentes, lo que determina que Los Charcos de Aguahudese sean el elemento geográfico más importante de la zona. Si el nombre aludiera a la presencia de unos charcos asociados a una fuente sugeriríamos en ese caso que se comparase con una palabra común del español de La Graciosa, Lanzarote y Fuerteventura, aparentemente ya desaparecida del habla común, pero que pervive en la toponimia genérica de esas tres islas, con formas tales como El Dise, Los Dises o El Disadero, unos nombres de lugar que, según Pallarés Padilla, van siempre asociados a la presencia de alguna “poceta, pileta o pequeño receptáculo destinado a recoger las aguas de lluvia” […]. Para esas islas recogemos datos sobre al menos 17 lugares con nombres del tipo El Dise y sus variantes, distribuidos de la siguiente manera: Lanzarote (15), La Graciosa (1) y Fuerteventura (1) […].

Autor: 
José Perera López, 2005.

Cita: 
La actividad más importante en la zona de Los Islotes ha sido el pastoreo, del que quedan gran cantidad de conocimientos sobre el territorio y prácticas relacionadas con él (topónimos, construcciones, corrales, toriles, etc.). Dentro de este tipo de construcciones asociadas al ganado, se cita con mucha frecuencia, los sises, denominación dada a paredes destinadas a cerrar el paso del ganado en ciertas zonas, y que aún se conserva como topónimo en algunos lugares de Fuerteventura. También en forma de topónimo permanece todavía en nuestra zona de estudio, derivado a la forma Dise, y de él nos dieron información oral los pastores de Tinajo, José Guillén y Antonio Perdomo (que nos citaban, además, las formas lingüísticas Dis de Arriba y Dis de Abajo).

Autor: 
José de León Hernández, 2008.


DISCUSIÓN:

En el derecho fiscal medieval castellano y portugués existen las expresiones echar [una cantidad monetaria] en sisa, echar la sisa [de una suma de dinero], echar por sisa, echar sisa o repartimiento, que significa poner al cobro la sisa con permiso o licencia real, es decir, recaudar el impuesto o tributo que consiste en mermar una cantidad proporcional de una mercancía para la entrega de su valor a la Hacienda real. Análogamente, pecho de la sisa, pechar por sisa en la carne, harina, aceite, pescado, vino, esclavos, etc. que se vendan en la localidad.
Alfonso cita la voz sise para Tenerife, demostrando que no es exclusiva de Lanzarote y Fuerteventura. Al mismo tiempo, él la recoge de Ramón Fernández Castañeyra para esta última isla. Los sises de Güímar mencionados son construcciones ganaderas específicas que dan nombre al lugar.

La voz sisa proviene del bajo latín assisa (Figueiredo) o assisia, contracción cise (Du Cange), con volcado hispano-aragonés a través de sissa, que algunos autores radican en incissio (incisión, corte) o accissa  (ad census). Sisar es hurtar, sustraer furtivamente, disminuir, diezmar (diezmo y sisa son sinónimos), cortar una pequeña parte de algo. El siseo que Bethencourt Alfonso asimila a echar un sise es la reunión del ganado suelto para realizar determinadas labores selectivas, escogiendo algunas cabezas para la matazón, las marcas, la castración de los machos, el reparto a los rebaños, separar o ahijar los baifos, etc.

Es importante destacar que Bethencourt Alfonso anota dos veces en su manuscrito la definición de sise. La nota más detallada (Libro 4, p. 557) especifica que se trata de un corral “especial”, un semicorral (Libro I, p. 360), que se diferencia de la gambuesa porque el espacio interior se acomoda o encaja en la concavidad de una hoya, barranco o frontón, oquedad natural a la que se añade una embocadura mediante dos muros abiertos en ángulo, uno por cada lado, que forman una especie de callejón o cauce triangular hacia el cual conducen el ganado para encerrarlo.

Fotografía aérea de la zona montañosa de Cofete, Fuerteventura (1963), mostrando un sise (centro dcha.) con su característica forma triangular de embocadura. A la izquierda se aprecian varias gambuesas circulares.
La anotación de Bethencourt Alfonso parece indicar que los pastores consideraban al sise un tipo especial de corral, hacia el cual se echaba el sise mediante el ojeo entre la costa y el monte, reuniendo con la apañada el ganado suelto. Podemos considerar tres posibles orígenes semánticos para sise:

1) La forma angular de los muros hacia la pared o cajón de fondo del relieve, podría recordar a la sisa o corte del tejido en la manga a la altura de la axila, o simplemente un recorte en el terreno levantado aprovechando una concavidad natural, tomando de aquí la raíz.
Sisa o hueco cortado para unir la manga, con su característica forma abierta en ángulo.
2) La sisa puede ser también la actividad que se ejecuta dentro del recinto, seleccionando, dividiendo, ahijando, marcando o repartiendo el ganado una vez hecho el recuento, acción vinculada quizá a la medianería, o simplemente destinada a la sustracción de algunas cabezas destinadas a la matazón, para carne (especialmente los machos), para la venta, etc.

3) O bien, el sema vendría a través del siseo, es decir, la labor previa de ir reuniendo y dirigiendo el ganado hacia el sise, es decir, la actividad que se realiza fuera de la propia depresión o lugar acomodado mediante hiladas de piedra seca que formaban el característico semicorral. Apañar y echar un sise pueden ser sinónimos de hurtar, coger, capturar el ganado que anda libre en la dehesa, reuniéndolo en la gambuesa o sise. La actividad en conjunto sería la apañada o siseo del ganado.

Antonia Perera, en su estudio arqueológico sobre la península de Jandía, en Fuerteventura, cita la Gambuesa del Sise, en El Matorral, y la Gambuesa de Sisetoto (El Sise de Toto), en Cofete, entre otras. Estas denominaciones denotan con claridad la distinción entre sise y gambuesa, aunque comparten el mismo campo semántico. Gambuesa, sise, bailadero (etimología popular por baladero, de balar), son estructuras amuradas de piedra seca que suelen aprovechar lugares del relieve apropiados para acorralar las reses, si bien en el siseo se utilizarían específicamente unas paredes que, formando dos vértices de un triángulo y dejando abierto el tercero,  cierran al ganado hacia el punto de unión del que parten las dos hiladas abriéndose en ángulo.

Gambuesa con sise en Cofete. Obsérvese cómo el sise aprovecha el relieve en el vértice inferior; la pared superior corre paralela a la línea de playa de Cofete y está cortada por un barranco. Este sise ya aparece así en el primer registro fotográfico hace cincuenta años. Probablemente es una estructura centenaria.

Con cualquiera de los tres significados propuestos, nos parece que sise es un apócope de siseo vía participio: echar una sisa à echar un sisado à echar un siseo à echar un sise, que construye un género masculino para sisa y lo arrastra de ahí hasta el topónimo, diferenciándose con este matiz de la voz original, que es de género femenino. La morfología de la expresión sise / siseo / sisar es similar a ojo / ojeo / ojear, o también a ruedo / rodeo / rodar. Todas se prestan a anomalías vocálicas de disimilación o división entre las sílabas.

También es femenino el sustantivo francés assise, del verbo asseoir (sentar), que sirve para denominar el asiento de los cantos, ó fila de las piedras puestas unas sobre otras en una obra de cantería (Barthélemy Cormon), significado que resulta atractivo para el estudio etimológico de sise, pero del cual no se conocen paralelos en las islas, al contrario de lo que ocurre con sisasisar y sus derivados, que sí están presentes en el habla canaria.


La evasiva voz dise

En el Avance de la Carta Arqueológica de Lanzarote, publicado en 1993, José de León y Antonia Perera describen así el lugar denominado Los Dises:

Los DlSES: V-E. V-I. (B). Aljibes, recintos y abrigos pastoriles.
Destaca una construcción realizada con una técnica muy primitiva. J. Guillen (Tinajo), cita el hallazgo de cerámica en esta zona que denomina el Dis de Arriba y el Dis de Abajo. A. Pallares relaciona estos topónimos con pilas, pocetas, etc.

En otra descripción arqueológica que José de León publicó en 1994 sobre una de las ubicaciones del topónimo, indica:

Nos referimos al Islote de los Dises, donde se localizan unos recintos de piedra seca de tendencia circular, con aljibes asociados de gran antigüedad y cerámica de tipo popular en superficie.

Sin embargo, en la conclusión de su trabajo (2008), el arqueólogo no se muestra convencido de la solución propuesta por Pallarés, aunque tampoco tiene clara la relación entre sise y dise:

Se mencionan en muchas ocasiones los sises, término aún vivo, también presentes en Fuerteventura (Degollada del Sise, entre Tuineje y Pájara; el Sisito, por el campo de tiro, etc), y que se ha perdido en el habla actual de Lanzarote, aunque sí existe en la toponimia, posiblemente con la variante extendida dise,  que nos plantea algunas dudas sobre su morfología, posiblemente un tramo de pared, y uso, en algunos casos para evitar el paso del ganado por un punto concreto del territorio.

Pensamos que la vinculación semántica que establecen Agustín Pallarés (seguido por Hans-Joachim Ulbrich, 1995) y José Perera entre el topónimo sise / dise y las pocetas de agua es producto de que los sises donde se recoge el ganado se levantan preferentemente allí donde se puede disponer de agua en las inmediaciones para abrevarlo. Es decir, el topónimo no se debe a la presencia de abrevaderos, sino que a la hora de levantar estas construcciones pecuarias se prefería un lugar que facilitara al ganado el acceso al agua, condición que no siempre se cumple.

Nuestra explicación para dise es que esta palabra se ha originado por un fenómeno fonético de inducción lingüística denominado alargamiento, por adición de una d- protética inicial al plural de sise, como explicamos a continuación.

A poco que observemos, nos daremos cuenta de que no existe ningún topónimo Los Sises, en plural. Sise solamente aparece en singular. Consideramos que los-dises es el plural irregular de sise debido a la interacción por fonética sintáctica entre los dos elementos del enunciado. Este accidente, conocido como prótesis, consiste en añadir al principio de la palabra una consonante que le es ajena.

Al pronunciar los sises se produce una fusión de la –s implosiva final del artículo y la s- inicial del sustantivo. El locutor isleño enfrenta la difícil articulación y aspiración de las dos sibilantes y aspira primero la del plural del artículo, produciendo un efecto de incorrección, como si dijera lo-sises omitiendo el plural del artículo. La caída [ø] de la -s final del artículo provoca una ultracorrección que la restaura mediante la sustitución de la s- inicial de s-ise por una consonante dental protética, separando el sustantivo y facilitando su dicción, como ocurre análogamente en la prótesis ir / dir, produciéndose así a partir de los-sises la locución quasi epentética los-dises.

el sise à los-sises à loh-síses à loø-síses à los-d-íses

La dicción aspira las sibilantes implosivas, tan característico del español atlántico, alcanzando la pronunciación final propia del habla canaria: loh-díseh.

los-d-íses à loh-d-íseh

Interesa destacar que el sustantivo dise singular se origina a posteriori, retornando a partir del plural irregular de sise y adquiriendo una forma evolucionada propia con la voz dis.

el sise à los dises à el dise à el dis

El topónimo El Dise surgió a partir de la solución que dio Los Dises para facilitar la articulación del plural de sise, independizándose luego como un sustantivo aparentemente distinto cuyo origen, etimología y significado ha sido imposible de hallar porque se buscaban al margen de su raíz primaria singular sise, como si fueran palabras diferentes.

De aquí parten las variantes sisito y disadero, siendo este último una ultracorrección peculiar con sufijo –ero, típico del mundo ganadero-pastoril isleño, que deja entrever de manera indudable la raíz original sisa (debía ser sisadero). Esta creación especial tiene significado equivalente a sise, lugar adaptado para la sisa o siseo del ganado, como es el caso del topónimo, en un barranco. Pensemos, por ejemplo, en el topónimo Boca de Abajo-Los Dises, donde vemos una relación topográfica entre la embocadura o estrechamiento y la ubicación de las paredes o recintos de piedra.

En definitiva, semánticamente sise / dise proviene de la voz de origen latino sisa que significa sustracción o recorte de algo y el étimo se especializó para designar al semicorral de piedra seca o concavidad reforzada por muros en ángulo para recoger el ganado.

Descartamos la asimilación con el vocablo prehispánico gomero aguahudese, que consideramos falso amigo de dise por homofonía y cuya etimología no tiene nada que ver con la voz sise, de clara procedencia románica.


Fuentes y Bibliografía:

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